El Cirineo: El "Yoísmo" y sus consecuencias en nuestras
cofradías
Hace pocas fechas cayó en mis
manos un artículo en que se narraba cómo en una tertulia cofrade se lanzaba al
aire la petición de definir con un solo término cada día de los que componen la
maravillosa semana que abarca desde el Domingo de Ramos al de Resurrección. El
resultado era un collage de términos que representaban sentimientos, añoranzas
y vivencias universalmente experimentadas por todos los que alguna vez fuimos
parte del gran teatro que cada Luna de Nisán inunda las calles de Andalucía.
Desde el primer momento el texto
despertó mi curiosidad y tras su lectura comencé a reflexionar acerca de las
palabras que hubiese elegido y avanzando en mis pensamientos terminé cavilando
qué palabras podrían evocar el universo cofrade en su globalidad.
Al imaginar una relación con las
palabras más repetidas por los cofrades en general y "el capilleo" en
particular, caí en la cuenta de que existe una que probablemente no sea la más
usada pero que en mi humilde opinión es una de las que más chirrían cuando se
emplea en este mundillo. Es uno de los términos que particularmente he
escuchado con mucha frecuencia en mi vida cofrade, tal vez demasiada… una
palabra que no huele a incienso, ni suena a música, ni luce como una
candelería, ni camina como una cuadrilla, ni viste túnica, ni alumbra como un
cirio, ni se mece como un varal, ni es estación de penitencia… Una única sílaba
que ni siquiera es sustantivo y que es bandera del egocentrismo... la palabra "YO".
Por vulgarización coloquial y
derivación del término que significa "Exagerada exaltación de la propia
personalidad" -el mencionado egocentrismo-, en muchas conversaciones con
amigos cofrades he utilizado un término inventado para referirme a las personas
que utilizan con más frecuencia de lo natural este concepto. Me gusta decir que
padecen "Yoísmo".
El "Yoísmo", de acuerdo
con mi apreciación personal, podría definirse como el empleo desmesurado de la
palabra "Yo" por personas con un mayor o menor grado de egocentrismo
manifiesto. Puede presentar dos variantes. El primer tipo de "Yoísmo"
lo padece aquél que manifiesta el hábito simplemente como vicio del lenguaje,
sin ninguna connotación añadida. Hay personas que lo usan porque lo usan, como
una coletilla, como esos futbolistas que intercalan el “sabes” o el “bueno”
cada tres palabras, para penitencia de sus escuchantes. Este uso puede resultar
molesto, pero poco más, no implica más que una costumbre, una especie de
reafirmación personal.
Sin embargo existe otra clase de
"Yoísmo" totalmente distinto. Desde luego no es algo exclusivo del
universo cofrade, sucede en cualquier ámbito de la vida, pero en el cofrade
causa o debería causar mayor extrañeza en la medida en que todos los que
formamos parte de este mundo lo hacemos de forma altruista, sin
contraprestación pecuniaria alguna; quiero decir que una cosa es soportar el
"Yoismo" de un superior jerárquico en nuestras ocupaciones laborales,
puede que no nos quede más remedio, y otra muy distinta es aguantarlo en aquél
que comparte sudores e ilusiones cofradieras con nosotros.
El Yoísmo suele ser practicado
por dirigentes de distintos niveles y en su ámbito de influencia, hermanos mayores,
capataces, cargos de junta de gobierno, listeros, pateros, directores de
bandas...
Cuando un dirigente utiliza
sistemáticamente la palabra YO para hablar de sus logros al frente de una
hermandad, manifiesta una extrema soberbia además de una infinita falta de
respeto hacia sus compañeros, que es lo que son los que le rodean y no
empleados ni vasallos.
Pensar que una persona, por mucha
especial sensibilidad que crea tener, muchos supuestos conocimientos de arte,
mucho poderío económico o mucho talento, -real o figurado, por él y/o por los
que le rodean- para desarrollar cualquier actividad que se proponga, es capaz
de hacer en una cofradía sin la ayuda de los le rodean, el ingente trabajo que
se desarrolla cada día es de necios… necios nadando en un mar de prepotencia,
pero necios al fin y al cabo.
En las cofradías, desde siempre,
la clave del éxito ha estado fundamentada en el "nosotros", sobre
todo cuando se gobierna una hermandad que potencialmente dispone de un
importante grupo humano. Una persona individual en el mundo cofrade no es
nadie. Será por el equipo que trabaja a su lado o no será nada, por mucho
legado patrimonial con que crea obsequiar a la humanidad o por muchas avenidas
a las que consiga cambiar de nombre. Por eso es tan importante rodearse de
personas con capacidad para aportar cuando se ostenta un cargo.
Sabido es que con mayor
frecuencia de la que sería deseable, cuando una persona está llena de
inseguridades y complejos, tiende a rodearse de personas que considera
inferiores para que no le hagan sombra. Como dice el refrán, en el país de los
ciegos, el tuerto es rey. Pero a pesar de que al estar encantado de haberse
conocido crea lo contrario, siempre será el equipo el responsable de los
éxitos, todos habrán aportado en mayor o menor medida su grano de arena para la
consecución de los logros… y de los fracasos, ya que consecuentemente también
su peso será compartido por múltiples hombros, porque esa es la otra lectura
del asunto.
Todos los que pertenecen a una
junta de gobierno son responsables de los aciertos y los errores derivados de
la actuación colectiva y de las decisiones tomadas colegiadamente, y del mismo
modo que se debe exigir al que ostenta el cargo, la vara dorada o cualquier
otro, el respeto suficiente y necesario para ser consciente de que lo que se
haga es obra conjunta, hay que reclamar al resto de miembros de la junta que
asuman su responsabilidad.
Todo lo que se hace en una junta
es responsabilidad de todos. Todos contribuyen a la decisión tomada, por acción
o por omisión. Que no nos cuenten cuentos que suenan a “esto es cosa de quien
decide por si mismo sin tomar en consideración la opinión de los demás"...
Menos rollos, si no se está de acuerdo con el rumbo tomado por una junta de
gobierno, sus decisiones o su forma de proceder, se dimite y santas pascuas. Si
se experimenta la sensación de ser constantemente mangoneado, se marcha uno a
su casa... un poquito de dignidad, que no es incompatible con la humildad.
Y si toda una junta o la mayoría
de ella está en contra de las decisiones que se toman "desde el origen de
los tiempos", actúen en consecuencia que existen recursos para ello y si
no queda otra posibilidad, obliguen a dimitir a quien se pasa por el forro las
opiniones de sus correligionarios, o déjenlo efectivamente solo.
Pero si decides quedarte, si
llevas toda una vida en juntas de gobierno con unos y con otros, eres
corresponsable de todo lo que se haya hecho, ahora y siempre. De todo. Que
nadie crea que nos engaña, que ya somos muy mayorcitos, ni se vista con el
disfraz de disidente interno cuando empieza a oler a urna y papeleta como
tantas veces se hizo en el pasado, porque no cuela, ya no cuela…
Guillermo Rodríguez
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