CUADRAGÉSIMO
DÍA DE CONFINAMIENTO
40 días de confinamiento
llevamos ya. Y seguimos contando días y a la vez restamos días para poder
volver a nuestra rutina diaria, poco a poco. Una rutina que añoramos con más
necesidad de lo normal, queremos volver a hacer todo lo que hacíamos, queremos
volver a abrazarnos, queremos volver a vernos, queremos volver a hacer esas
pequeñas cosas o pequeños detalles que nos hacían muy grandes, con gestos
minúsculos.
En estos cuarenta días han
pasado demasiadas cosas, buenas y malas, y la verdad sea dicha que las malas
fueron malas de verdad. Seguimos llorando las 21717 muertes por este maldito
virus que para algunos no parece doler el fallecimiento de tantísimas personas.
Pero claro hay clases y clases y aquí que cada uno se meta en el que quiera o
pueda y haga lo mismo con los demás.
En estos cuarenta días ya,
paso y termino una Cuaresma y de seguido la Semana Santa. Atrás quedan esos
ensayos de costaleros, esos conciertos, esos cultos, fiestas de regla, reparto
de papeletas de sitio, montajes de actos, etc… Pero qué precio tiene todo esto
si no se puede disfrutar a causa de la muerte de una persona o de miles de
personas.
No tiene precio ninguno, no
merece la pena cuando hay tantas muertes. Es verdad, que somos como somos y no
perderemos la esperanza en volver a lo que teníamos antes, en volver a vernos,
a abrazarnos -veremos a ver cuándo podremos hacerlo-, simplemente a ser lo que
éramos antes. Es cuando debemos de ver lo ciegos que hemos estado. Lo
egocéntricos que hemos sido y ahora nos estamos dando cuenta. Qué duro tiene
que ser no poder felicitar un cumpleaños de un familiar o amigo y disfrutar de
ese momento. Pues no se pueden imaginar lo que es no poder despedir a una
persona como se merece. Ni imaginar.
Ver a tus primos, como solo
tres, podían estar junto a su padre, mi tío, es muy duro y difícil de entender.
Este tío mío que me enseñó, a orar por allí por San Francisco. Este tío mío, el
cual me llevaba de la mano siendo con seis años el nazareno más pequeño justo
detrás de aquella Cruz de Guía. Este tío mío, que en una época de mi vida me
dio consejos, que me hizo reír con sus ganas de vivir. Este tío mío que era un
enamorado de su Virgen del Carmen de Rute. Lo recuerdo allí sentado en el patio
de su casa al fresquito, rodeado de sus macetas, de su mujer mi tía Pilar, ya
están los dos juntos y empezaban a poner aquellas viandas y acogían a todos con
aquella hospitalidad y generosidad unidas con su simpatía. ¡O como no!,
recordarlo en Nochebuena con su zambomba cantando villancicos hasta quedarse
ronco de tanto cantar. O de su siempre disposición por ayudar…
De verdad, miren lo que tienen
a su alrededor y piensen si les merece la pena estar todo el día amargados por
unas cosas u otras. La vida en cuarenta días cambia muchísimo, piensen que en
un abrir y cerrar de ojos cambia mucho más rápido y al abrir de nuevo los ojos
ya es tarde para poder hacer algo que no hicimos en su momento. El poder encontrarnos
bien con nosotros mismos, lo tenemos en la elección de cada uno de nosotros.
Sólo depende de que elección tomemos si queremos estar amargados el resto de
nuestras vidas o simplemente ser felices y extrapolarlo a los demás. En
cualquier ámbito, familia, amigos, trabajo, aficiones, lo que sea. Tengan lo en
cuenta.
Por esta semana los dejo, sean
felices y extrapólenlo. Llevamos cuarenta días confinados…
Pachi Giraldo
Pinterest
Pd.- Hoy es la festividad de
San Jorge, al igual que luchó contra aquella alimaña, el dragón, hoy le
pediremos que nos ayude a seguir luchando con nuestra alimaña de hoy en día, el
coronavirus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario