EDICIÓN IMPRESA EN PDF
Esta noticia pertenece a la edición en papel.
Amaneció un Domingo de Pasión algo frío, pero fácilmente se podía adivinar que sería un día de radiante sol. Un sol y una temperatura que muchos quisieran que fuera la misma del esperado y próximo Domingo de Ramos.
Mientras iban concluyendo las fiestas de regla de numerosas cofradías cordobesas, la música cofrade tomó el Patio de los Naranjos de la Catedral cordobesa. Allí se dieron cita diversas formaciones musicales de la capital para celebrar el certamen de marchas procesionales.
Alejado de todo este bullicio, en la intimidad de los templos se pudieron vivir instantes de absoluto recogimiento alrededor de las imágenes devocionales, como en la iglesia de la Trinidad junto al Santísimo Cristo de la Salud, o en San Pablo, donde el Cristo de la Expiración recibió a fieles y devotos en su anual besapiés. A su lado, la dulce dolorosa de la mirada baja, María Santísima del Silencio, que también se encontraba al culto, Ella en besamanos.
Y de la capilla de la Expiración, los pasos se iban hacia el interior del templo donde lucía la remozada Virgen de las Angustias. Un remolino de flases quería llevarse la mejor instantánea de la imagen que en los últimos días ha hecho redescubrir al Juan de Mesa más auténtico.
En la calle ya se iba poniendo el sol, se volvía a echar esa leve brisa que en Semana Santa acaba con todas las candelerías, pero que a la vez trae ese olor a primavera, a azahar. Y es que nuestros pasos estaban ya por la calle de la Feria, donde cientos de naranjos, que por mucho que han querido no han podido aguantar más, derrochaban la blanca flor de azahar. Y en el compás de San Francisco, el incienso, espesas nubes que envolvían las formas barrocas de la iglesia fernandina. A lo lejos se vislumbraba el Señor de la Caridad, que reposaba su serena muerte sobre terciopelos rojos, cobijado bajo el característico dosel donde su cofradía dispone el besapiés. Y como testigo de todo, Ella, la dulce dolorosa, cabizbaja, serena, velando en silencio el cuerpo de su Señor.
Y ya cuando el sol comenzó a amarillear las piedras de los templos cordobeses, San Pedro volvió a mostrarnos orgulloso a su cofradía, la clásica y señera hermandad de la Misericordia, sinfonía de malva y oro para rendir pleitesía a la Misericordia de Cristo y a la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo.
Como broche de oro a este intenso Domingo de Pasión, en la iglesia de la Compañía se volvió a vivir uno de esos intensos momentos de la Cuaresma, el Vía Crucis del Señor del Santo Sepulcro, que durante todo el día había estado expuesto en besapiés.
Pasada media hora de las ocho de la tarde, comenzó la teatral ceremonia, la iglesia totalmente a oscuras y los hermanos del Sepulcro portando cirios comenzaban a rezar las estaciones del piadoso acto penitencial. Así hasta llegar al momento de que la imagen de Cristo es lentamente descendida del madero. Acto seguido, y mientras que la música de capilla se elevaba a las barrocas bóvedas de la iglesia de la Compañía, el Señor era solemnemente depositado en el soberbio catafalco de oro y plata.
Poco a poco, finalizaba un intenso día de auténtica devoción en los templos, concluía un Domingo de Pasión que señala el horizonte de los siete días que restan para el inicio de una nueva y este año, más que nunca, esperada Semana Santa.
DIARIO CÓRDOBA
