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miércoles, noviembre 26, 2014

PASIÓN EN SEVILLA: EL LAOCOONTE, LA MUSA DE LOS GRANDES IMAGINEROS DE LA SEMANA SANTA DE SEVILLA

El Laocoonte, la «musa» de los grandes imagineros de la Semana Santa de Sevilla

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El Laocoonte, el Cristo de la Expiración del Museo y el de la Agonía de Vergara
El Laocoonte, el Cristo de la Expiración del Museo y el de la Agonía de Vergara
Roma, 1506. En pleno Renacimiento italiano, un campesino de nombre Felice de Fredis, mientras araba la tierra en la colina del Esquilino, se topa con hasta nueve fragmentos de una estatua de mármol. Presto, lo comunicó a las autoridades y muy pronto llegó a los oídos del Papa Julio II, quien envió hasta aquellas tierras labradas a su arquitecto, Giuliano da Sangallo, a inspeccionar el descubrimiento. Cuentan algunos que lo hizo acompañado de Miguel Ángel Buonarrotti.

No era un hallazgo cualquiera, aquello que estaban desenterrando se trataba de un conjunto escultórico que perteneció al mismísimo emperador Tito. Era la estatua del Laocoonte con sus hijos, la que los antiguos escribas romanos describían como «…el Laoconte, visible en el Palacio del Emperador Tito, es una obra preferible a todo lo que las artes de la pintura y la escultura han producido jamás». 

Fue tan sonado el descubrimiento, que el Papa la hizo transportar como un desfile triunfal, con las multitudes agolpándose a ambos lados de la calle y, mientras pasaba la figura, lanzaban pétalos de flores, ansiosos por devolverle a Roma su gloria perdida. El coro de la Capilla Sixtina entonaba himnos solemnes y, finalmente, la procesión entró en el Cortile del Belvedere, diseñado por Bramante para los Palacios Vaticanos –hoy los museos–, donde permanece la escultura. 

La escultura del Laocoonte con sus hijos
La escultura del Laocoonte con sus hijos


Una sola pieza de mármol

Los escultores de la escuela de Rodas Agesandro, Polidoro y Atenodoro, la tallaron en una sola pieza de mármol. Mide casi dos metros y medio de altura y representa el instante en que el sacerdote Laocoonte y sus dos hijos son atacados por serpientes. Simboliza la impotencia y el dolor sobrehumanos. ¿Les suena de algo este mito griego?

El Juicio Final de la Capilla Sixtina
El Juicio Final de la Capilla Sixtina

Miguel Ángel, abrumado por el descubrimiento de la escultura, no tardó en utilizarlo como musa para las obras que estaba realizando, como por ejemplo el proyecto para la decoración de las paredes y techo de la Capilla Sixtina, su obra cumbre, que comenzó tan sólo dos años después y que tardó hasta cuatro años en concluir. Al Cristo que preside la escena del Juicio Final, le dibujó el escorzo en forma de «serpentinata» que tiene el Laocoonte, incluso la posición de los brazos es similar.

Buonarroti estaba obsesionado con la figura griega y con esa torsión imposible del cuerpo, como roto de dolor. Por ello, no es de extrañar que la usara para sus crucificados

El regalo a su amada

Miguel Ángel, que no había tenido más mujeres en su vida que su propia madre, conoció a Vittoria Colonna, marquesa de Pescara, de la que quedó prendado desde que se topó con ella en el monasterio de las Benedictinas de Santa Anna de Funari, en Roma. Vittoria, que no le correspondió nunca más allá de la profunda amistad que les unía, se había recluido allí tras el fallecimiento de su marido, Ferrante Francesco d´Avalos, y decidió consagrar su vida a la religión y a la poesía, presa de la tristeza.

Miguel Ángel, que la consideraba un icono de la belleza, también la usó como modelo en numerosas ocasiones. Un día, la marquesa le pidió que le pintara un cruficiado expirante. El artista no lo dudó, y aplicó en el cuadro esa «serpentinata» que los críticos describen como «en forma de llama, típico del manierismo que simboliza el triunfo del espíritu sobre la materia» y que Buonarroti concibió con la misma torsión que el Laocoonte. 

Corría el año 1540, y Miguel Ángel le hacía entrega de la obra a Vittoria, quien, agradecida, le correspondía con las siguientes palabras: «Confiaba yo sobre manera que Dios os daría una gracia sobrenatural para hacer este Cristo; después de verlo tan admirable que supera, en todos los aspectos, cualquier expectación; porque, animada por vuestros prodigios, deseaba lo que ahora veo maravillosamente realizado y que es la suma de la perfección, hasta el punto que no se podría desear más, y ni tan siquiera a desear tanto».

En 1547, la marquesa falleció y fue entonces cuando Miguel Ángel recuperó el cuadro, le incluyó a María Magdalena, y nada más se supo de su verdadero paradero. Desde ese momento, las copias se distribuyeron por toda Europa y, lógicamente, llegó a España. Concretamente en Sevilla se estaba desarrollando ese Renacimiento tardío como es el manierismo. Los artistas de la época conocían perfectamente la obra de Buonarroti. 

El Laocoonte inspiró a Miguel Ángel que, a su vez, hizo lo propia con Marcos Cabrera
El Laocoonte inspiró a Miguel Ángel que, a su vez, hizo lo propia con Marcos Cabrera


Era el caso de Marcos Cabrera quien se basó en ese dibujo regalado a Vittoria Colonna para realizar alCristo de la Expiración del Museo, en 1575. Como se ha contado en tantas ocasiones, el escorzo del crucificado tiene su origen claro en el Laocoonte.

No sólo el escorzo, también el rostro

Fue pasando el tiempo y los artistas del Barroco, que moldeaban sus figuras de una forma más suave, no eran ajenos a los estilos que les precedieron. Un ejemplo es Juan de Mesa, quien en 1622 talló al Cristo de la Agonía, de la localidad de Vergara. Según apuntó el pintor Ricardo Suárez en su perfil de Twitter, el rostro de esta imagen «está inspirado» en el Laocoonte. La mirada hacia arriba y el modelado del rostro, si se superponen, tienen un claro parecido. 

El rostro del Laocoonte, en comparación con el del Cristo de la Agonía y el Señor de la Victoria
El rostro del Laocoonte, en comparación con el del Cristo de la Agonía y el Señor de la Victoria


Por otro lado, hace una semana fue presentado el libro de historia de la hermandad de la Paz, con motivo de su 75 aniversario, coordinado por Vicente Flores. Durante el acto, apuntaron que uno de las claves de la publicación está en el descubrimiento del profesor de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, Joaquín Álvarez Cruz, que establece una clara relación ente el rostro de la imagen del Señor de la Victoria y el del Laocoonte. En dicho estudio se muestra una comparativa de las facciones que comparten ambas tallas tanto en su pelo, barba, bigote y expresión con mirada rogativa hacía el cielo. 

Había quien apuntaba jocosamente en Twitter que iba a tener que poner una estampita del Laocoonte en su mesilla para rezarle todas las noches antes de acostarse. Quizá sea una exageración, pero hay algo claro en toda esta historia, como señalaba Antonio Cattoni: que las imágenes de la Semana Santa de Sevilla están, en muchos casos, inspiradas en el concepto griego de la belleza. Lógicamente, no hay que venerar al Laocoonte, pero hubo un Papa que ya le organizó una procesión por las calles de Roma en 1506, donde las petaladas caían de los balcones. ¿Les suena?

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