AGUA QUE QUIERO BEBER
Fuente de agua santa, primorosa cordobesa
Uncida con tu pueblo, regidora siempre eterna
Estrella de la noche, eres luz de amanecida
Noria de agua clara, manantial de nuestra vida
Santuario de ilusiones y de sueños inocentes
Acequia, tú que riegas sentimientos penitentes
Nardo delicado de carita perfumada
Torrente de fervores en tu ermita abarrotada
Augusta soberana, Madre y Reina Coronada.
Córdoba te acoge y propuso tu realeza
Orgullo de cofrades, patrona eres su alteza.
Reinado con corona, de amores esculpida
Orífices, plateros, te hicieron a medida.
No somos, por lo tanto, contigo indiferentes,
Ayúdanos a ser devotos consecuentes.
De frente y de perfil me gusta tu mirada,
Agua que quiero beber, ¡mi Fuensanta Coronada!
Y es que Córdoba, cofrades y no cofrades, nos invita a la contemplación, a la meditación, a la reflexión y a la imaginación.
Su patrimonio humano, histórico, artístico y espiritual, el legado y la herencia recibida de otros pueblos, de otras culturas y de otras creencias y convicciones nos incitan a gozar sensorial y espiritualmente de su cuerpo y de su alma.
Qué bien supieron entender estas mercedes tantas y tantos, cordobesas y cordobeses que, resguardados en su pretérito anonimato, hicieron patente el fruto del amor por su ciudad.
Sirva de ejemplo oportuno, el de nuestro paisano San Álvaro de Córdoba que imbuido por la gracia de Dios, reconquista, reforma y unifica la fe de su pueblo y de su iglesia, instaurando la estación de penitencia más auténtica y fidedigna desde la Vía Sacra de los santos lugares, visitada por la santísima Virgen: el Vía Crucis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario