RECUERDOS
DE MI COMIENZO
(homenaje
a un capataz)
Era a mediados largos
de los ochenta que ya las ganas de ser costalero, me llevaban por la calle de
la amargura a mí y a mis padres. A mí, porque el gusanillo ese ya me hacía ir a
ver los ensayos de costalero de mi hermandad, por aquel entonces, y a mis
padres por el tabardillo que ya les daba, para ver cuando me iban a dejar salir
de costalero. Y en efecto se hizo realidad ese sueño, de ser costalero.
Fue una época que nunca
olvidaré como ya he comentado varias veces en los distintos artículos que he
escrito y en mi Pregón del Costalero de la Ciudad de Córdoba 2015. Y recuerdo
que aquella cinta de “casete” que me
regalaron de la Agrupación Musical de Los Gitanos, me tenía embaucado y enamorado.
Aún recuerdo aquella percusión que por aquellos años, yo estudiante de B.U.P. y
música, me tenía ya con el “yuyu” de esa droga que tenemos todos los cofrades y
más aún los costaleros y capataces.
Claro está que mis
ganas por ir a Sevilla eran continuas, pero claro con esa edad, era una utopía
para ese muchacho alto y espigado como un esparrago. Mis visitas a Sevilla
hasta ese entonces no habían pasado de las visitas al médico acompañando a mi
padre, ese tren que tardaba en torno a las dos horas largas. Pero cuales mi
sorpresa que hubo un amigo que me llevaron una noche a ver ensayos a Sevilla. Y
más aún a ver el ensayo del Señor de los Gitanos “Emmanuel”.
Su capataz, un hombre
bastante ancho de formas y maneras, y con una voz, que como casi siempre cuando
es la primera se te queda grabado en la retina y en la memoria. Allí estaba él,
comandando las decisiones que les daba a sus costaleros. Su particular forma de
andar y mandar aquel paso, siempre me tuvieron enamorado de aquellas formas,
que quizás no serían las mejores para algunos, pero para mí fueron las ordenes
con más arte que yo hasta la fecha había visto.
Pasaron años y seguí
disfrutando de él y de su manera sin igual de mandar. Y llegaron los videos.
Llegaron otras maneras de seguir disfrutando de sus formas a la hora de dar
órdenes a su cuadrilla de los Gitanos. Iba a las “madrugás”, la primera de la
mano de dos amigos que siempre llevo en mi corazón por ser mis padrinos en las
“madrugás” y después por ser gente buena de corazón y cofrades.
Conforme íbamos
haciéndonos más mayores, además de la “madrugá”, incluí otro día y empecé a
disfrutar del Sábado Santo sevillano, también, ya que en nuestra ciudad había
poco que ver. Aún recuerdo a “El Lopez” con su chaqueta abierta, su corbata que
por las dimensiones de su barriga se quedaba a mitad de camino, sus rizos en su
melena, sus patillas en su cara grande, su tranquilidad, su manera de llegar al
costalero, su voz grave y con un volumen elevado dirigiendo al misterio del
Cinco Llagas, por aquellas calles estrechas de Sevilla. Estoy haciendo memoria
y creo que eran unas calles entre la Alfalfa y la plaza de San Pedro y me puse
delante del paso para ver como esa mole de paso se adentraba por las angosturas
de esas calles a la voz de “El Lopez”.
Las marchas sonaban,
pero lo que realmente sonaba en mi cabeza eran las palabras de aliento de aquel
capataz inconfundible por su verborrea. Así siempre se me quedaron grabadas
aquellas que decía más o menos así:
“No corran ustedes, que las
carreras son para los malos hombres, los ladrones y los
malos toreros y ustedes son buenos hombres y costaleros”.
Más o menos así eran
aquellas palabras que les decía a sus costaleros para dar tranquilidad en las
calles estrechas, y reconozco que alguna vez hice plagio de esas palabras. La
verdad, sea dicha que me emocionaba ver a este capataz de manera muy especial,
al igual que D. Alberto Gallardo con su Virgen de las Angustias por la manera
de dirigirse a su cuadrilla. Mira tú por dónde, mi primer capataz en pasos de
verdad en Córdoba, por hechuras y formas tuve a uno que se parecía mucho que es
D. Rafael Bracero Montoro.
Así desde aquí mi
sentido homenaje a este capataz que no conocí personalmente, sólo de verlo
mandar en pasos como Los Gitanos y Cinco Llagas, pero que me demostró que para
ser capataz o mejor dicho, para ser un grandísimo capataz hay que ser una
grandísima persona como lo era este hombre. Y así, me lo han reconocido
costaleros amigos míos que han salido en dicho paso en esa jornada del Sábado
Santo que era un hombre entrañable.
Ya tomo esto a colación,
que en esta vida se acordaran de ti, por lo que fuiste y como hiciste con los
demás, si tú tiras un boomerang con malas formas, con malos modos, con malas
maneras así te volverá a ti que lo tiraste de esa asid. Así que da lo que te
gustaría recibir, porque tu boomerang volverá y ten cuidado vaya a ser que no
estés preparado para cuando te llegue y te dé más fuerte de lo que tú lo
lanzaste.
Estamos ya en Cuaresma,
y así le pediré a mi tita “ercedes” como la llama mi madre que me haga mi
“vieja cuaresma” para quitarla sus patas todos los viernes para recordar esa
cuaresma que nos han enseñado a nosotros, nuestras abuelas, madres y titas. Con
las espinacas con garbanzos, el bacalao, las torrijas, etc. Viernes de ensayos,
de cultos, de vía crucis, de conciertos, de presentación de carteles, de pregones,
de paradas en las tabernas cofrades, cortaremos algún traje, vestiremos algún
santo y así transcurrirá estos cuarenta días con sus cuarenta noches, hasta
llegar a ese Domingo de Ramos que será el primer golpe de llamador de una
semana que nos llenará de gozos y de quebraderos de cabeza y de horarios.
Que tengan una Santa
Cuaresma y disfrútenla.
Pachi Giraldo
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