8-M,
MUJERES COFRADES
El pasado lunes fue 8-M, día
de la mujer, como bien sabemos todos y todas. Pero en la actual situación
social que nos encontramos y que todos o casi todos estamos viendo parece ser
que ese día festivo de la mujer solo es para un sector de la sociedad actual.
Parece que hoy en día solo las
mujeres que visten algún atuendo de color lila o morado, que peguen voces en
sus lugares de quedada, que manifiesten un anti machismo desorbitado, que se
creen las verdaderas protagonistas de dicha efeméride son las únicas que tienen
derecho a ser las estrellas de esta celebración.
No voy a entrar a polemizar
con ninguna de ellas, porque no me apetece escuchar insultos o voces. Cada uno o
en este caso una, se manifieste como su cultura y educación le indique que debe
de hacerlo. Y porque hago esta introducción. Pues es muy sencillo.
Estoy a meses de cumplir mi
medio siglo de vida. Una vida engendrada por un padre y una madre que son mi
ejemplo a seguir cada instante de mi vida. Por su educación y la que me
inculcaron a día de hoy, que gracias a Dios aún viven a pesar de todo lo que
están padeciendo por unas cosas y otras. Una guerra, una postguerra, una
dictadura, una transición, una democracia monárquica y ahora para colmo una
terrible pandemia.
Cuando comencé con mi
formación educativa tanto en la guardería, como en el colegio y después en el
Instituto y posterior intento de carrera, hubo profesoras que me enseñaron una
barbaridad. A las cuáles les doy las gracias, por su enseñanza y formación.
Pero desde que entre en el
mundo de las hermandades hace ya muchos años, recuerdo que siempre hubo mujeres
en aquellas hermandades en las que estuve. Mujeres ni más guapas ni menos
guapas, mujeres que estuvieron al pie del cañón trabajando tanto en sus casas
como en sus hermandades. Podría citar a muchas, a muchas es a muchas, pero como
no quiero que mi memoria me juegue una mala pasada no las nombraré. Pero haberlas
hay las.
Recuerdo en labores de
limpieza de enseres típicos de una hermandad, orfebrería, túnicas, bordados,
montaje de pasos o cultos, colocación de flor en los altares itinerantes,
cruces de mayo y ferias -antes es cierto estaban más en las cocinas que en las
barras- pero eso ha cambiado también para su integridad total en la sociedad y
sobre todo en las hermandades.
Todas en la medida de sus
posibilidades ya que muchas después de sus labores de casa o de sus familias,
tenían fuerza y ganas e iban a sus hermandades a dar su punto de vista y sobre
todo a aportar ese grano de arena que hoy en día, para los cofrades más jóvenes
-ellos y ellas- aportaron muchas cosas de las que hoy gozan las generaciones más
jóvenes.
Y ya para gozo de ellas,
también hay que destacar, cuando fueron tan valientes y se metieron bajo los
pasos de sus Titulares. Tanto pasos como tronos. Ellas aportaron en muchas localidades
esas cuadrillas donde no había un número suficiente de hombres para sacar esos
pasos. Pasos que, si no fuese por ellas, se hubiesen quedado encerrados y les
hubiese costado mucho trabajo poder salir un año o dos o quién sabe cuántos.
Desde este humilde artículo
quiero darles mi homenaje, hoy mi columna sale que es 11 de marzo, pero es mi pequeña
distinción a todas y cada una de las mujeres que estuvieron, están y estarán en
sus respectivas hermandades para seguir creciendo en años la historia de las
mismas. Gracias a todas y cada una de ellas.
Les dejo esta semana, sean
felices y extrapólenlo. Estamos cerca de lo que todos sabemos. El azahar está
despertando de su letargo y podemos encontrar naranjos con su fruto y flor al
unísono.
Pachi Giraldo
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