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domingo, septiembre 05, 2010

LOS CAÑETEROS SE VUELCAN EN LA CORONACIÓN DE SU PATRONA

Los cañeteros se vuelcan en la coronación de su patrona

Unas 3.000 personas abarrotan la plaza de España y sus aledaños para presenciar un momento histórico al que acuden cofradías tanto de la capital como la provincia
R. C. M. | ACTUALIZADO 05.09.2010 - 05:01
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Llegada de la Virgen del Campo a la plaza de España, donde tuvo lugar la ceremonia.
Los cañeteros vivieron ayer una de las jornadas más importantes de su historia con la coronación canónica de su patrona, la Virgen del Campo. Más de 3.000 personas, en su mayoría fieles y vecinos en general de esta localidad, arroparon a esta imagen durante todo el día, desde que la talla salió de la parroquia de la Asunción rumbo a la plaza de España -donde fue coronada- hasta el momento central de la ceremonia y la procesión que se celebró por las calles de Cañete de las Torres ya con la noche cerrada. Fue "mejor incluso de lo que habíamos soñado", confesó uno de los miles de cañeteros que vivieron emocionados este "histórica" jornada.

El previsible calor marcó el inicio de la fiesta, que arrancó con un traslado en el que la Virgen estuvo acompañado por algo más de un centenar (122) de mujeres vestidas con mantilla y los sones de los músicos de la Banda Tubamirum, que interpretó himnos gloriosos como el dedicado a la Virgen del Campo. Sin embargo, la ilusión y la emoción derrotaron con creces al sofocante calor que hizo. En los rostros de los cañeteros, sobre todo los de más edad, se podía intuir el recuerdo de infinidad de historias relacionadas con esta advocación.

En Cañete hubo ayer, en cualquier caso, dos momentos bien diferenciados. Uno fue el que estuvo dominado por los continuos "vivas" de los fieles, las petaladas de los balcones y los cerrados aplausos a cada metro que avanzaba el trono sobre el que iba la patrona del municipio. El otro instante fue el de la ceremonia religiosa propiamente dicha, donde dominó el silencio desde el mismo momento en el que el cortejo religioso se adentraba en la plaza de España para subir al altar instalado en ella. Fue el obispo, Demetrio Fernández, quien se encargó de oficiar la pontifical en compañía de algunos canónigos de la Catedral y del propio párroco de la Asunción, Nicolás Rivero. Fernández ensalzó la devoción a la Virgen del Campo durante su homilía.

Una vez terminada la eucaristía, los cañeteros volvieron a retomar el lado más fervoroso de la fiesta, ése en el que afloran los sentimientos en forma de aplausos, besos, lágrimas y plegarias a la patrona.

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