La sonrisa es mi traje de los
domingos
La
presentación de alguien que escribe no es otra que la de sus propios escritos,
así que me dejaré de formalismos. Procedo a hacer lo que más me gusta,
escribir, dar que pensar, no dejar indiferente, para bien o para mal. Quien no
crea opinión, no escribe, solamente se dedica a formar perfectas –y otras veces
no tan perfectas- construcciones sintácticas que no suscitan nada más allá de
la indiferencia.
Mi
primer artículo no puede si no estar impregnado por la Navidad. Esa Navidad que
nos mina a veces, la que nos hace recordar los que no están o, simplemente, los
que están un poquito más lejos, esa Navidad que inunda, en muchas ocasiones,
los ojos de lágrimas, como si el invierno estuviera también en nuestras pupilas.
Sin embargo, esa misma Navidad esconde magia, una magia que solamente ella puede tener implícita. Es como el don que tiene un niño, ese don de sonreír, ya lleve las manos llenas de juguetes o vaya en brazos de su madre con las manos abiertas, vacías, esas manos que siendo unos cuantos centímetros albergan tanta dulzura… Ojalá y ese don no se fuera desgastando con el tiempo.
Traigo
a colación una experiencia, que por suerte he podido disfrutar ya en dos
ocasiones; salí al centro a acompañar a un grupo de amigos que pretendían
animar con sus instrumentos las calles céntricas de Córdoba, ¡qué locura!, para
colmo, veo que sacan su gorrillo y lo depositan en el suelo, ¡qué locura!, cuan
grande fue mi sorpresa al ver que en cuestión de escasos minutos había más de
medio centenar de personas que los arropaban con sus aplausos. Aprendí mucho
esos días. Aprendí que hasta un desconocido puede sacarte una sonrisa, que la
gratitud de las personas no se consigue ‘vendiendo penas’ –permitidme la
expresión-, sino que una carcajada siempre vale más que un sollozo. Los tiempos
que corren y aun así había niños que volvían avergonzados y orgullosos a
esconderse detrás de sus padres al haber echado alguna que otra moneda en aquel
gorrillo. Felicito a esa sociedad que sigue creyendo que los problemas son eso,
problemas, y por tanto tienen solución.
Concluyo
dando mi enhorabuena a todo cristiano que sienta el nacimiento de Jesús como si
un nuevo miembro hubiera llegado a su seno familiar. Hago referencia al
artículo del hombre de mi vida, mi padre, ¿y si alguno de los que critican la
medida contra el aborto no pudieran forzar sus gargantas y gritar contra esto
porque no le hubieran dado la oportunidad de vivir? Piensen, es lo único que
nos mantiene vivos.
María
Giraldo Cecilia
No hay comentarios:
Publicar un comentario