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domingo, octubre 10, 2010

UNA VOCACIÓN TARDÍA

Joaquín Villén, ´Quinono´, es un costalero que ha encontrado la afición por el costal en su madurez a través de su hijo, Víctor, costalero desde hace casi una década.

10/10/2010 FRANCISCO MELLADO 

Joaquín Villén y su hijo Víctor, en la taberna La Faena.
Foto:JUAN MANUEL VACAS
EDICIÓN IMPRESA EN PDF
Página 21 edición papel
Esta noticia pertenece a la edición en papel.
A lo largo de la vida de muchas de las hermandades cordobesas se encuentran distintas generaciones donde padres e hijos comparten los mismos sentimientos, como ser nazareno o costalero. Suele ser habitual compartir sentimiento en la trabajadera o en las filas de nazarenos con un hijo. Pero, ¿y si es tu hijo el que te involucra en el mundo cofrade? Este es el caso de Joaquín Villén, Quinono , costalero de 57 años que llega al mundo del costal hace tan solo cuatro de la mano de su hijo, Victor Villén, costalero desde los 15 años.
Según cuentan padre e hijo, el padre acompañaba a todos los ensayos a su hijo hasta que un día éste lo animó a meterse debajo de un paso. "Es la mayor satisfacción que he tenido, no solo por lo que llevas encima, sino por saber que al lado va tu hijo", señala emocionado Joaquín Villén.
Esta primera satisfacción la vivió Joaquín bajo el paso de la Virgen de la Presentación, perteneciente a la hermandad Universitaria, y luego siguió en la hermandad de la Buena Muerte, a cuya junta de gobierno pertenece su hijo.
Joaquín Villén no entiende de modas de costaleros o, lo que es lo mismo, prefiere no entrar en ese tema, aunque no titubea al señalar que prefiere quedarse con un costalero uniformado, como ocurre en sus dos cofradías. Sin dejar de mirar a su hijo, que con un gesto con la cabeza aprueba lo que dice el padre, apostilla que "lo importante es que se trabaje debajo del paso".
Este atípico costalero reconoce la labor que las juntas de gobierno hacen por las cuadrillas, aunque siempre tiene de referente a sus hermandades, donde tanto él como su hijo consideran que el trato es óptimo.
A pesar de su edad y de su corta historia como costalero, los que lo conocen saben de su disciplina, su entrega y, sobre todo, su total integración en un grupo donde la media de edad no supera los 30 años.
Como él dice, "no solo son mis compañeros de trabajadera, sino mis amigos". Juntos han conformado un compacto grupo forjado bajo las trabajaderas que, al menos, una vez en semana se reúne en la taberna La Faena. Allí tienen su peculiar rinconcito para hablar durante todo el año de lo que más les gusta: las cofradías.

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