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viernes, julio 15, 2011

FRAGMENTO PREGÓN DE SEMANA SANTA DE CÓRDOBA 2010


Y tras la Cena, iremos a San Francisco a que Cristo nos enseñe
a rezar.
Siempre serás, Señor de la Oración, mi Maestro en el monte de la
soledad. Siempre estarás a mi lado anclando de rodillas la esperanza, abriéndome el Cielo con el vuelo de tus manos, aliviándome los tropiezos en mi olivar de dudas. Siempre desatarás los nudos que me atenazan la garganta rumbo al puerto de tu mirada, porque nunca más que en el Huerto fuiste tan parecido a mí, tan débil, tan frágil, tan incierto. Cumpliste la voluntad del Padre en la capilla de mi infancia, y te floreciste en azahares de costal y fatiga nazarena. Y cada Domingo de Ramos vuelves a llevarte todas mis tentaciones, sorber todos mis tragos de agonía, sudar todas mis sangres; vuelves a despertar un suspiro de Cofradía rebelada contra el vencimiento de los durmientes, que levanta a puñados el cáliz amargo de tu abandono ciñendo el Compás con un solo corazón de ángel consolador; vuelves a atardecer en el alma de un niño, nazareno verde y blanco, refugiado en el deseo de aprender a rezar de nuevo.
Qué pequeño soy, Señor,
para haberte merecido,
qué poco puedo ofrecerte
y cuántas cosas te pido,
Por eso, déjame estar
de nuevo en tu mar de olivos,
déjame andar a tu lado
en mis pasos peregrinos.
De nuevo quiero rezar
tu Oración cada Domingo,
y alumbrar tu soledad
ofreciéndote mi cirio,
De nuevo velar tu noche
amarga del sacrificio,
con mi andar de penitente,
yendo despierto contigo.
De nuevo rogarle al Padre
que te aleje del abismo,
que pase el cáliz de hiel,
cruz, agonía y martirio.
De nuevo verme de hinojos
al salir de San Francisco,
sosteniéndote las manos
rendidas ante el suplicio.
De nuevo buscar la fe
desde tus ojos benditos,
cuando el ángel reconforte
tu corazón afligido.
Y de nuevo compartir
tu padecer infinito,
mientras estallan tus sienes
sangrando sudor divino.
Déjame secar tus labios
cuando bebas tu destino
haciendo Su voluntad,
cumpliendo fiel Su designio.
De nuevo en Getsemaní,
Huerto de flor renacido,
misterio de la Oración
que me tiene redimido.
Allí empezaste a salvarme,
y me hiciste tu testigo,
por eso, de nuevo quiero
que hagas mío tu camino,
de nuevo, Señor del Huerto,
de nuevo, Señor, contigo.


Antonio Javier Guillaume Sepúlveda
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