La noche ha cruzado el Cedrón desde el Buen Pastor y Jesús muestra ante Anás su primer Perdón. Ahora, Señor, quisiéramos quitarte de encima tantos tropiezos y empujones en esa hora en que serías capaz de poner la otra mejilla, y volver a ponerla a cada manotazo sacudido en los rostros del hombre por tantos acólitos de
la soberbia. El miedo a la debilidad atrinchera al hombre en los filos de los puños, y en la Casa de Anás, como en tantas casas, Tú sabes bien quién es realmente el débil. Pero Tú nos devuelves la dignidad de saber perdonar y de sabernos perdonados; Tú purificas nuestras Lágrimas con el Rocío de la reconciliación; danos un Miércoles Santo más, Señor del Perdón, la esperanza de comprendernos perdidos para que Tú puedas encontrarnos.
Y en el Pretorio Caifás reúne al Sanedrín, manoseando la verdad en un juicio amañado, urdido a la medida de la condena. Pero la Redención de Jesús ya ha navegado el Lunes Santo rumbo al puerto de la verdad. Ya lo has confesado todo; sí, eres el Cristo, el Hijo de Dios; haz brillar tu palabra redimiendo al mundo de tantas injusticias; que reluzca tu verdad redimiéndonos de la indiferencia
con los hombres sin futuro, con los ancianos sin compañía, con los
jóvenes sin esperanza; que resplandezca tu confesión redimiendo el llanto de todas nuestras negaciones. Danos tu luz de Redención añorada tantos años en el destello de una Estrella.
Estalló de gozo el barrio
estrenando tu luz nueva,
que por fin llegó la tarde
de verte brillar ¡Estrella!
Anduvo sendas de aurora,
cruzando lunas de espera
en guirnaldas de luceros
por besar tu cara ¡Estrella!
Que a manojitos de sol
y en suspiros de cornetas,
San Fernando llevó al barrio
a poner rodilla en tierra,
cumpliendo sus ilusiones
con la Reina de su Huerta.
Ya no es sueño, ni es anhelo,
por fin viniste y te quedas
brillando de calle en calle,
Estrella bendita, ¡Estrella!
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