AQUELLA
ESTACIÓN DE PENITENCIA
La verdad que no era un
día más. Era Viernes Santo y venía de una maratón de pasos y hermandades la
noche anterior, y la mañana siguiente. Disfrutando de costaleros de categoría,
de chicotás duras, de chicotás de arte, marchas que te traían a la memoria
momentos inolvidables y muy especiales. De muchos recuerdos tanto buenos como
malos de mi vida privada. Un ir y venir de sentimientos que me tuvieron el
vello de punta toda esa jornada.
Cuando llegué de nuevo
a mi casa y descanse un ratito pequeño que me supo a gloria, llegaba el más
esperado y deseado de los momentos de aquella Semana Santa. Me duche y vestí,
para ponerme mi otro traje negro que me estaba esperando en lo alto de la cama,
como si estuviese descansando. Desde ese mismo instante supe que iba a ser una
jornada distinta. Así que me puse en marcha y me dirigí hacia la sede canónica
para comenzar AQUELLA ESTACIÓN DE PENITENCIA.
Llegué allí y después
de los requisitos que se te piden para acceder al templo y de los saludos
oportunos a los que allí estaban presentes, te acercas a los pasos y realizas
tu primera petición seguida de un rezo. El ambiente que se respiraba allí no
era otro que el de una cofradía de Viernes Santo, de negro y doble cola.
Empezaron a llegar más
hermanos dispuestos a acompañar al Santo Sepulcro de Ntro. Señor Jesúcristo y a
Ntra. Sra. del Desconsuelo en su Soledad. Lo normal en todos estos casos
saludos, conversaciones y el comienzo de los preparativos previos a la salida
procesional. El incienso ya estaba creando una nube en el interior de la
Parroquia que parecía una capa protectora para los que allí en el interior nos encontrábamos.
Después la liturgia de cómo
debía ir colocada la túnica con esa doble cola. Los allí congregantes de ser una
manifestación de ropajes diversos, a convertirse en un desfile de negro ruan
impoluto. Las últimas normas impartidas por los diputados de tramo que te
hacían ya ver que la hora estaba llegando a su hora. Nos colocamos y en una
única y última mirada hacia atrás veía ese cortejo dispuesto como una legión
uniformada para acompañar al Sepulcro de Ntro. Señor.
El antifaz con su
capirote dispuesto en nuestras cabezas, el calor humano se notaba aún más y la
nube de incienso parecía que quería ser ella la primera en salir al golpeo de
la puerta por parte del Diputado Mayor. Y así fue, conforme se abrían las
puertas la nube de incienso no podía esperar más y se adelantó a salir, como
ese niño inquieto que no aguanta más y se escapa, nervioso de al lado de sus
padres.
La comitiva comienza su
caminar con una elegancia y rectitud sin igual. La expectación del público se
veía ante el paso de los nazarenos negros ruan y ante la campana del muñidor,
avisando al pueblo del comienzo del sepelio.
Esas poco más de cuatro
horas fueron un diálogo sin descanso. Un ir y venir de palabras sobre si estaba
bien o no lo que yo había hecho o dejado de hacer. Sonrisas, lágrimas, en esa
conversación en la cual pudimos hablar con toda tranquilidad y sinceridad, un
tú a tú, un bis a bis. Es un acto que recomiendo a todo aquel que quiera
sentirse nazareno de penitencia de verdad, salir en una hermandad de negro o
seria.
El cortejo seguía su
paso tranquilo pero muy cómodo de llevar. Las conversaciones seguían fluyendo
como agua de manantial fresca, a pesar del calor de esta tarde. El cansancio
hacía mella en mi cuerpo, pero su ayuda me hizo poder soportarlo con más gloria
que pena. Poco a poco la luz del atardecer se fue convirtiendo en luz tenue y
oscura. La noche caía y postrarme ante el Santísimo y Altísimo no hizo, sino
ver que somos muy pequeños ante su Grandeza. Seremos lo que queramos ser, por
nosotros mismos, pero no seamos por pisar al que está a nuestro lado o estuvo
en algún momento de nuestra vida.
Es por lo cual, que
debemos de mirarnos un poco más en un espejo y ver si somos o no buenos con
nosotros y con los demás. Para eso están los espejos, no sólo para ver si voy
bien o no o si me sienta bien o no esta prenda o esta otra. Es para vernos a
nosotros mismo desde el interior.
Lo mejor estaba por
llegar. En el interior de la Parroquia todos esperando formados en un cortejo
algo apretado y muy caluroso la llegada de Él en su urna alta, para dejar claro
donde esta Él y donde estamos nosotros. Paso cadencioso todo su recorrido.
Redime mis pecados y dame gracia para poder seguir creyendo en Ti. Después la
luz de ese palio encendida que ilumina la oscuridad de la noche cuando ella
pasaba y caminaba. Gracias Madre, por enseñarnos como se deben de aceptar las
cosas cuando te vengan. Con esa tranquilidad y esa sapiencia. La tarde noche de
aquel Viernes Santo se acababa para mostrarme lo que fue AQUELLA ESTACIÓN DE
PENITENCIA.
Pachi Giraldo
Pd.- Disfruten de las
comuniones pero sepan cuales el verdadero sentido, no sólo el de la fiesta, que
también está para disfrutarla. Disfruten de la fiesta de las Cruces de Mayo,
verdaderas obras de arte florales y rincones preciosos de nuestra ciudad. Sean
felices.
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