18/04/2011 JAVIER ACEITUNO SOLIS
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La estación de penitencia marcó para nuestra hermandad la culminación de seis meses de intenso trabajo. La protestación de fe que realizó la cofradía por las calles de Santiago anuncia la realidad de un barrio que, a pesar, de las vicisitudes, continúa adorando y pidiendo protección al venerado Cristo de las Penas. Asímismo, nuestras imágenes marianas conforman la unión perfecta tanto para los que buscan consuelo en un Desamparo como los que conciben a María como Madre Inmaculada, y anuncian en la estación de penitencia la defensa "a sangre y espada" de un antiquísimo dogma de fe.
Nuestro Domingo de Ramos se enraíza en la Semana Santa de antaño y teje sus hilos creando fuertes lazos familiares, base real cristiana de la formación en valores penitenciales y, por ende, eclesiásticos y cofrades.
La creencia en los más profundos dogmas de la Iglesia y su asunción fiel y sumisa guiaron nuestro paso por las calles de la ciudad, dando muestra pública de adhesión incondicional, en una época de continuos ataques laicistas sin base constitucional.
El máximo esplendor del sacramento cumplido de la penitencia lo marcó nuestra llegada ante el Santísimo en la Catedral. Allí, en un diálogo íntimo dirigido por nuestro consiliario, conseguimos la paz y el perdón de las penas y sin sabores. Desde ahí, nuestro regreso a casa, envolviéndonos en la acogida familiar y de vida con la que nos recibe nuestro barrio de Santiago, con el deber cumplido y clamando, contra viento y marea, que Jesús murió por nosotros, que su Madre estaba allí con su discípulo amado y que María fue concebida sin pecado original en concepción bendita.
DIARIO CÓRDOBA
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