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domingo, septiembre 04, 2011

XX EXALTACIÓN DE MARÍA STMA. DE LA CANDELARIA 2010


Tuvieron que pasar aún unos años para que viese a Jesús de la Oración en el Huerto por las calles de la ciudad. Era la Semana Santa de 1976 y en el comienzo de la calle Gondomar, tuve la ocasión de ver cumplido mi sueño.  Los nazarenos vestían túnicas verdes oscuro con antifaces blancos de raso, los cirios al cuadril, que no a la cadera. Aquellos colores y forma de portar la cera, eran novedad en nuestra Semana Mayor, y por lo tanto lo eran también para los ojos de un niño. También otra cosa me llamo poderosamente la atención. Y es que el paso no era llevado por la fría tracción de un chasis con ruedas, cosa habitual en aquella Semana Santa del pasado mas reciente. Un hombre valiéndose de unas voces, ora de ánimo, ora de mando, ayudado por los toques de un pequeño aldabón, le daba vida aquel sobrio paso oscuro que portaba la imagen, aquella que solo unos pocos años antes había contemplado en la soledad de su capilla.  ¡Que distinto era todo! El silencio y la soledad de aquella mañana, habían dado paso al regocijo, al aplauso y al fervor del pueblo de Córdoba. Un pueblo que con alegría recibía la vuelta a sus calles del Jesús Orante en el Huerto. Con tan corta edad, lo decidí en el momento. Algún día tenía que hacerme hermano de aquella hermandad, vestir la verde túnica y cuando fuese mayor salir bajo el paso, como aquellos divinos ‘galeotes’ anónimos que levantaron hasta el cielo a Jesús en el Getsemaní de la calle Gondomar.

Con el traslado a la calle Cabezas vi cumplido mi sueño. En la cuaresma de 1979 y con 500 pesetas ahorradas, acudí al salir del colegio presuroso y nervioso al local, que frente al viejo claustro franciscano la hermandad aun posee. De allí salí contento con una bolsa de plástico que contenía una túnica verde oscuro, un antifaz blanco de raso y un cíngulo blanco franciscano. También una papeleta de sitio que decía: Cirio tramo Virgen. Jamás había tenido en la mano un documento de ese tipo. Ese salvoconducto que te permitía el privilegio de pasar al interior de la iglesia cuando a nadie se le permitía e igualmente formar parte viva y activa de la procesión.  El nombre de la hermandad encabezaba la papeleta. Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Oración en el Huerto, Señor Amarrado a la Columna y María Santísima de la Candelaria.  Hasta aquel entonces no había reparado en la advocación de la Virgen. Candelaria. Que nombre tan hermoso. El domingo siguiente tras la misa, me pare en la capilla de mis nuevos titulares. Tras mirar a Jesús Orante, que ya tenía mi devoción, mire detenidamente la imagen de la Virgen. Morena, ojos grandes, rasgos de dolor, dramatismo en su rictus. Pero aquella imagen a pesar de su dolor desprendía algo. La Candelaria quería decirme algo. A partir de aquel momento siempre que pasaba por la capilla, bien tras de la misa de los domingos, o cuando el querido “Maño” nos pedía ayuda a los chavales con algún trabajillo de la parroquia, me paraba a ver las imágenes. Cada vez más me atraía la mirada dolorosa y a la vez llena de mensaje de la Virgen, pero no comprendía lo que Ella quería decirme. Su nombre, lleno de luminosidad, comenzó a partir de entonces a serme familiar. Candelaria.

SALVADOR GIMÉNEZ MOLINA

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