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miércoles, junio 23, 2010

" EL HOMBRE QUERÍA ARRANCARLE LA CABEZA AL GRAN PODER "

Escrito por Fernando Carrasco Miércoles 23 de Junio de 2010 06:40
Atención, se abre en una ventana nueva. PDFImprimirCorreo electrónico
La plaza de San Lorenzo, ayer, sigue siendo foco de atención de vecinos y feligreses / RAUL DOBLADO
La plaza de San Lorenzo, ayer, sigue siendo foco de atención de vecinos y feligreses / RAUL DOBLADO
Seis de la tarde en San Lorenzo. El verano ya ha entrado. En la plaza del mismo nombre, poca gente todavía. Pero se abren las puertas de la basílica y comienzan a aparecer, por las distintas bocacalles, fieles y feligreses que se encaminan al templo.

No importa la hora que sea. Siempre hay gente en los bancos. La cruz preside el altar mayor y, pared con pared, sin poder verlo pero intuyéndolo, está «quien todo lo puede».

A pesar del calor, varias mujeres se dirigen a la capilla. Consuelo Alarcón es una de ellas. Vecina de la collación, se abaniquea constantemente. No estuvo en la misa de ocho y media el domingo, a pesar de que, como cada día, «acudo a rezarle al Señor». Pero se enteró de todo a los pocos minutos. «Vinieron a avisarme a casa, que está aquí al lado. Era un sobrino mío que se había enterado. No sé lo que me entró por el cuerpo. Creí que me moría. Ya ese día no salí pero ayer —por el lunes— sí que vine hasta aquí. La sensación fue tremenda».



Preguntada si había visto por televisión el rostro del presunto agresor, señaló que «sí, hoy. Y me ha impresionado la cara de frialdad que llevaba. ¿Qué él es Jesucristo? Que el Señor del Gran Poder le perdone».


También llega a la basílica Luis Morelo, jubilado. Se muestra más indignado que Consuelo porque para él, «las imágenes, y las iglesias, están indefensas. He leído que quieren poner vigilancia privada. Desgraciadamente, no estamos seguros ya en ningún sitio». No tenía palabras de reproche para Luis C.O., el presunto agresor. «Pobrecillo, demasiado tiene con llevar esa carga desde ahora».


Los corrillos comienzan a formarse a la puerta de la basílica. Remite algo el calor y aparecen los primeros chiquillos que juegan al balón. La tarde parece tornarse más tranquila y cualquier conversación gira en torno al Señor y a la salvaje agresión de la que fue víctima el pasado domingo en su casa.


«No está loco»
Pero, sin lugar a dudas, uno de los personajes del barrio es, estos días, José Almansa, conocido por todos simplemente como Almansa. Lleva 18 años en San Lorenzo y se gana la vida aparcando coches, haciendo recados a personas mayores y realizando trabajos de limpieza y arreglo de plantas en las casas de la zona de la plaza. El domingo cumplía 60 años y sobre las nueve de la noche «estaba cortando ramas de unas plantas de aquí —en la calle Eslava— cuando se extrañó del tumulto que venía de la plaza y oyó gritar a la gente. «Salí corriendo hacia la basílica. Llevaba un cútex en la mano de cortar las ramas y entré sin pensármelo en la basílica. Me tropecé con Manuel, el ayudante de Miguel el capiller. Y entonces miré hacia el altar y vi a aquel hombre arriba. Segundos después cayó al suelo por la parte de atrás del camarín».


No se lo pensó dos veces. Fue en dirección a la entrada del camarín, por las mismas que ya bajaba el individuo. «Cuando casi me encuentro a su altura lancé una cuchillada. Menos mal que no le dio. Luego lo agarraron dos costaleros del palio, pero se les escabulló. Y finalmente lo cogió Miguel, que le rodeó con sus brazos la cabeza. Y llegó el policía».


A Almansa también lo tuvieron que agarrar porque quería irse para aquel hombre que a punto estuvo de destrozar al Señor. «Lo que quería era arrancarle la cabeza, lo que pasa es que se resbaló y perdió pie, cayendo hacia atrás, que es cuando se agarró al brazo y se lo arrancó».


Señala que Luis C.O. es una persona «superágil. Del suelo a la peana donde estaba el Señor subió en un momento. Menos mal que pudimos reducirlo».


El lunes estuvo en Comisaría reconociéndolo y asegura que ya le ha pedido «veinte veces por lo menos, perdón al Gran Poder. Lo hubiese pasado mal si le llegó a acertar con el cútex, pero lo volvería a hacer. No está loco. Sabía lo que hacía perfectamente».

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