Aparte de exaltar a todos los titulares de las cofradías de Penitencia cordobesas, el pregonero incluye a la Fuensanta y San Rafael y dedica sus palabras a la Virgen María Auxiliadora,
Fueron muchos los elementos que harán que la exaltación de Guillaume, cofrade de la Caridad y El Huerto, pase a la historia como una de las mejores que se han realizado en la capital desde que Federico García Sanchiz abrió este ciclo en 1945. El pregonero abundó en que las imágenes a la que rinden culto las corporaciones son vehículos perfectos para llegar a Dios y recordó las raíces cristianas de la ciudad gracias a los Mártires. A la carga cristiana dominante en su texto se le unió el amor hacia Córdoba, un sentimiento que se hizo más que evidente cuando narró sus vivencias en diferentes puntos de la ciudad, como el barrio de San Francisco o la Cuesta de Luján, por citar sólo algunos de los escenarios con los que se volcó el pregonero.
No faltó tampoco la referencia a todas las hermandades que llegan cada año a la carrera oficial y reivindicó la presencia de la Virgen de las Angustias en la iglesia de San Agustín, sumándose así a la gran cantidad de cordobeses que apoyan el reencuentro de esta dolorosa con sus raíces. Aparte de cantar a todos los titulares cordobeses, Guillaume no se olvidó tampoco de la Virgen de la Fuensanta, copatrona de la ciudad, y el Custodio San Rafael. Sus palabras rayaron en la línea de la excelencia cordobesa, cofrade y cristiana en definitiva.
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