El Cirineo: Fariseímo Cofrade
Desde
siempre, el Universo Cofrade se compuso de una multiplicidad de factores
diversos que configuran su realidad. Esto no es un fenómeno nuevo sino que
desde que existe memoria, la diversidad y la mezcolanza han ido configurando lo
que hoy conocemos como Semana Santa. Si no existiese la variedad todo sería muy
aburrido desde luego. Y deberíamos aprender a apreciar la belleza de todos esos
ingredientes, los blancos y los negros, los brillantes y los íntimos... Es
evidente que cuando confluyen aspectos muy distintos, el gusto personal entra
en juego y por tanto habrá elementos que nos satisfagan más o menos. Pero con
independencia de lo que nos gusta o no, minimizar la riqueza de lo distinto nos
reduce a seres sumidos en la prepotencia y el etnocentrismo.
Uno
de los componentes del movimiento cofrade que desde ciertos sectores se viene
menospreciando, desde un plano de superioridad moral (lo que viene siendo
“mirando por encima del hombro al que sabe menos que yo”) es lo que algunos
peyorativamente denominan espectáculo. Cuando se habla en ciertos foros de la
forma de andar de determinados pasos o la configuración de algunos cortejos,
muchas veces se hace utilizando expresiones que a veces destilan una soberbia
suprema.
Y
suele hacerse desde la defensa de una bandera de pureza que poco tiene que ver
con la realidad. ¿Hay pasos que se dedican a buscar el espectáculo?. Por
supuesto… desde que el Concilio de Trento sentó las bases de lo que hoy
conocemos como Semana Santa, y la Iglesia decidió catequizar al pueblo
mayoritariamente analfabeto y que jamás tendría acceso a las Sagradas
Escrituras salvo a través de Imágenes que se pusieran en la calle para mostrar
y enseñar la Pasión de Cristo, la Semana Santa tiene un componente de
espectáculo incuestionable. Un componente imprescindible sin el que jamás se
hubiese extendido entre el pueblo como una mancha de aceite y sin el que
perdería todo su sentido y todo el interés para el gran público.
Sin
perder de vista la elemental esencia religiosa de esta manifestación, ¿es
necesariamente negativo que la masa se acerque al fenómeno cofrade? ¿La mayoría
de quienes participan, en forma de bulla, lo hace únicamente por el espectáculo
y no tiene el menor interés por el significado religioso en que se fundamenta?
¿Y qué? En mi opinión (otra vez la manida palabra), si se logra que un pequeño
porcentaje, por ínfimo que este sea, se acerque al mensaje de aquél hombre
llamado Jesús de Nazaret, bien empleado está. También es espectáculo el rachear
costalero, el roce de las bambalinas de un palio adentrándose en Deanes en el
silencio de la madrugada, la salida de Ánimas cuando la negrura de la noche
empieza a imponerse sobre la tarde del Lunes Santo, o la Divina zancada del Señor
de Sevilla y sin embargo nadie opone el más mínimo reparo.
No
seamos fariseos ni juguemos a ser místicos. La música que acompaña al Santísimo
Cristo de las Tres Caídas de Triana, la forma de andar de la Cuadrilla de
Humildad y Paciencia, El Gitano de Córdoba o del Soberano Poder del Barrio
León, logran cada año lo que la Iglesia no consigue desde que el Catolicismo
dejó de ser la religión oficial del Estado. Llenar las plazas y llegar al
pueblo. Conseguir que la juventud se acerque a Él. Es cierto que puede que sólo
una pequeña parte de la masa humana que se congrega a su alrededor logre mirar
a Jesús a los ojos y escucharle, pero con uno sólo que lo encuentre gracias al
espectáculo que le rodea, ya se habrá logrado mucho más de lo que el misticismo
barato ha logrado nunca. Que se acerque a Él en el ejercicio de su libertad.
Renegar
del espectáculo de la Semana Santa, demuestra una miopía infinita. Otra cosa
será que los cofrades intentemos dar un paso más para no quedarnos en la mera
exhibición; superar lo superficial y avanzar en la búsqueda de lo sustancial.
Pero jamás renegando del espectáculo porque este, en gran medida, es el nexo de
unión entre lo que de verdad somos y ese pueblo cada vez más alejado de la
Iglesia, al que queremos y debemos llegar. Atraer hasta Dios a quien no lo
necesita, porque ya está cerca de Él, de nada sirve y en ocasiones puede
resultar absurdo. La luz que hay que encender es precisamente la de quien vive
en su lejanía.
No
olvidemos nunca uno de los pilares básicos en que se asienta todo esto,
Catequizar. Y para lograrlo primero hay que captar la atención del que se
encuentra enfrente. Tiempo habrá de exigir a posteriori a Hermandades y a
Jerarquía Eclesiástica (Consiliarios y Palacio) que sepan aprovechar el enorme
caudal humano que genera nuestra Semana Santa.
Guillermo Rodríguez
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