El Cirineo: Se avecina tormenta
Ha llegado la primavera y para
sorpresa de los que carecen de memoria lo ha hecho envuelta en el manto de la
inestabilidad. Se acabaron las tardes de cielos azules, el calor primaveral en
pleno invierno y la tranquilidad de los que miramos al cielo con avidez cuando
poco a poco empieza a vislumbrarse el ocaso de la Cuaresma y cada vez es más
inminente la llegada del Viernes de Dolores que, como todo el mundo sabe es
cuando empieza la Semana Santa en Córdoba y no el Domingo de Ramos como en el
resto del Universo.
Y es inevitable. Sin ánimo de ser
tachado de agorero ni pretender hacer ningún tratado sobre meteorología, el
clima de Andalucía es así. Es perfectamente normal que el tiempo en primavera
nade en una barca a la deriva, nos guste o no. El riesgo de tener una Semana
Santa imperfecta es evidente, sólo hay que recordar la última década. Ante está
realidad palpable tenemos dos opciones, cabrearnos cada vez que vemos el mapa
de cualquiera de las web dedicadas al tiempo cuando quedan unos días para el
inicio de todo, cuestionándonos de manera teatral, como si de una película
épica se tratase, por qué no trasladamos la Semana Santa al mes de Julio,
cuestión para la que las probabilidades de éxito son bastante reducidas, no veo
al Papa Francisco modificando una tradición de siglos por el mero hecho de que
"en San Pablo siempre llueve en Viernes Santo" o tomárselo con
filosofía y por la parte que les toca a las hermandades, estar preparados.
No, no estoy hablando de
contratar el famoso seguro de lluvias, que francamente para como se portan las
aseguradoras con las cofradías y la cantidad de saltos mortales que son capaces
de hacer para que al final la moneda siempre caiga del mismo lado, desde aquí
sugeriría que ni un duro para un seguro de estas características, porque
resulta que luego no es suficiente con que llueva sino que se tienen que dar
una serie de condicionantes; pues a ver si espabilamos todos, y sólo
contratamos cuando estas compañías vayan de frente, de frente, y firmamos
únicamente si queda claro que pagan por quedarse en casa, sin letra pequeña,
sin artimañas ni engaños... y si no ni un duro.
De lo que estoy hablando es de
que de una vez por todas las hermandades establezcan un protocolo de actuación
perfectamente establecido en caso de riesgo de precipitaciones, que por
increíble que pueda parecer no existe, al menos no en la mayoría de las
hermandades. Una guía de actuación de obligado cumplimiento que sea público
para los hermanos de cada corporación y por extensión para todos los cofrades,
de modo que se eliminen la incertidumbre y ciertas actuaciones francamente
lamentables que hemos sufrido muchos a pie de calle en las últimas fechas. Un
protocolo escrito, consensuado y asumido que no esté al albur de la decisión de
tres o cuatro personas convertidas en "cabildo de aguas" que en
muchas ocasiones, y a las pruebas me remito, deciden a golpe de sentimiento y
no de sensatez.
Lo ocurrido en Sevilla en el
frustrado Vía Crucis Magno de 2013 con el espectáculo (y el desafío) perpetrado
por la Hermandad de Torreblanca, o las imágenes que se vivieron en el también
frustrado de Huelva con un aplazamiento tras otro hasta llegar al absurdo, los
sucesos del pasado Miércoles Santo con una cofradía atravesando triunfalmente la
Campana tras haber suspendido su Estación de Penitencia mientras otra estaba
encerrada sin poder avanzar bajo la lluvia, el espectáculo lamentable de la
pasada Madrugá sevillana en la que la certeza de agua fue ignorada por las
hermandades más grandes (y las que mayor ejemplo deberían dar) con escenas
insólitas que esperemos jamás vuelvan a repetirse como ver al Gran Poder
entrando en San Lorenzo bajo la lluvia o la Macarena al más puro estilo
Fernando Alonso regresando literalmente corriendo a su Basílica decenas de
minutos después del último nazareno (para eso mejor hubiese sido decirle al
cortejo que se marchase a casa), por no hablar de los traslados del Sábado
Santo de la Esperanza de Triana o Los Gitanos avanzando milimétricamente como
si de una salida extraordinaria se tratase o los episodios retransmitidos al
mundo entero de San Gonzalo atravesando el Puente de Triana bajo un aguacero en
busca de la Magdalena son muestra más que evidente de que tenemos un problema
que no es exclusivo de Córdoba, ni muchísimo menos.
La Semana Santa es una
manifestación de siglos, a lo largo de los cuales la lluvia ha hecho acto de
presencia infinidad de ocasiones. Se han suspendido miles de veces salidas de
cofradías y no ha pasado nada, no se ha hundido el mundo ni ha dejado de haber
cofrades. De lo que se trata es de tener meridianamente claro qué es lo que
tenemos entre manos. Quien más quien menos, un patrimonio lo suficientemente
importante como para no ponerlo en riesgo por jugar a ser valientes. Y lo que
es más importante, un patrimonio humano, un cortejo formado por personas, que
no pueden estar sometidas al capricho de una junta de gobierno por salir como
sea. Hemos visto cortejos formándose bajo la lluvia, costaleros exponiendo su
integridad física por regresar a la carrera al lugar del que nunca se debió
salir en esas condiciones, bandas tocando impertérritas mientras quienes deben
tomar una decisión se miran entre ellos esperando que otro decida, puertas que
se abren y Cruces de Guía plantadas en el umbral de un templo creyendo que los
cielos se abrirían como el Mar Rojo ante la llegada de Moisés.
En unos tiempos en los que
cualquier espectador de a pie conoce conceptos como el mencionado cabildo de
aguas, se antoja imprescindible fulminar las incertidumbres absurdas, los
aplazamientos secuenciales de "medias horas", el caos provocado por
salidas a destiempo o itinerarios recortados. En la actualidad existen medios
al alcance de cualquier hermandad para conocer con bastante certeza qué es lo
que va a suceder en las próximas horas. Seguramente no con unos días de
antelación, los meteorólogos, generalizando, no se me enfade nadie, han
demostrado su incapacidad año tras año. La semana antes del Domingo de Ramos
sabemos perfectamente que si se miran las diferentes "páginas del
tiempo" por la mañana dicen una cosa y a partir del medio día justo la
contraria, así no fallan nunca, o que alguna a la que no hace falta nombrar da
siempre un importante riesgo de precipitaciones por la mera sospecha de que se "mee
un pajarito". A estas alturas sabemos de qué va esto y ya no les cree
nadie. Pero el mismo día de salida, con itinerarios que implican que una
cofradía esté en la calle seis o siete horas, poco hay que pronosticar, casi es
suficiente con mirar y eso, de momento sí lo hacen bien. Se puede conocer con
bastante precisión lo que va a acontecer en un plazo de unas cuantas horas y
salvo que se trate de una tormenta pasajera, si hay riesgo de lluvia importante
a las cinco, el riesgo seguirá ahí a las cinco y media. Dejemos de jugar con
este asunto. Si hay probabilidad de agua, nos quedamos en casa y santas pascuas
y si luego nos equivocamos, no pasa nada., que doce meses pasan volando.
Mucho peor es errar en sentido
contrario como les ha sucedido a más de uno en el pasado reciente. O realmente
¿alguien en su sano juicio piensa que tiene algún sentido que el Cister regrese
de la Catedral a Capuchinos "volando bajo la lluvia"?. ¿O que la
Agonía continúe hasta nada menos que El Naranjo cuando todo el mundo veía que
"iba a caer de una momento a otro"?.¿Tiene alguna lógica que el
Prendimiento se eche a la calle para llegar a San Pedro y volver?. Por favor,
vamos a ser sensatos y analizar para qué salimos a la calle, porque todo
aquello por lo que una hermandad se convierte en cofradía pierde toda su
esencia en el desconcierto en que se convierte una salida en estas condiciones,
a menos que lo que realmente estemos haciendo sea otra cosa muy diferente a lo
que debemos hacer, convirtiendo una estación de penitencia en "jugar a los
pasitos".
Estamos a tiempo de sentarnos a
analizar estas cuestiones a nivel hermandad y a nivel Agrupación que para eso
está, para organizar, además de para que su cabeza visible conceda entrevistas
periódicamente y tener perfectamente previsto, en caso de que ocurra, cuáles
son los pasos ante cualquier eventualidad. Y hagamos público ese protocolo, que
todo el mundo conozca que si existe riesgo cierto, se suspende y listos, sin
titubeos, sin oídos ávidos de auriculares, sin comentarios memos e insolidarios
a las puertas de las iglesias de aquellos a los que les importa un pito el
patrimonio y las personas y exigen valentía protegidos bajo un paraguas. Si la
climatología no acompaña, otro año será y no pasa nada, sin tragedias. A lo
mejor el problema deriva de lo que hemos comentado en alguna ocasión, las
hermandades no se han preocupado de enseñar a sus hermanos que el día más
importante para una hermandad no es el de la salida, puede que sea el más
llamativo, el que más brilla, pero no el más importante. El día que todos
comprendamos eso, dejaremos de hacer tantas tonterías.
Guillermo Rodríguez
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