No tiene alas el amor ni tiene canto, y lo siento por aquí volando, piando por aquí —¿por dónde?—, siempre. Y no tiene la luz cuerpo ni forma, y la sé cuando viene, porque enciende las cosas y en las cosas se hace ella. Tú no tienes perfil humano, nadie se atrevió a calcular tu imagen, nunca se acercaron a un tronco los artistas para copiar tu rostro aproximado. Como el amor, estás, mas no te vemos; como la luz, te muestras en las cosas. Ni naciste ya viejo en las estampas donde nos escondieron tu sonrisa, ni envejeces con una cruz a cuestas, capital del dolor y la agonía. Vienes aquí como viniste siempre a esta mañana que es por Ti divina: para que te sintamos en el aire, en el amor, la luz, lo que no tiene humano cuerpo y cuerpo lo sentimos. Y por eso nos vamos a la calle a buscarte no en Ti sino en las cosas donde te manifiestas, tan sencillo. A sentirte en el aire, a imaginarte en el no estar estando de tu Nombre.
Campo, Señor, resumen Tú del campo. No elegiste los oros que relumbran ni las telas lujosas: Tú desnudo, como en aquella noche del pesebre —milagro sobre el heno, aparecido—. Elegiste la espiga y el racimo, cuerpo y sangre de Ti, para asomarte a esta mañana pura donde tienen las cosas un sabor a Dios en todo. Un grano se hizo espiga, se hizo trigo, se hizo harina de amor y pan se hizo. Y por Ti fue tu cuerpo y fue tu carne, carne tuya, Señor, el pan glorioso. Campo como raíz, como principio; parido de la tierra vienes hoy, Señor, y canta el campo por tu nombre. Un racimo de uvas que pregona la vendimia de sangre de tus venas. Sangre tuya, Señor, vino encerrado en el cáliz total y transparente de una uva sencilla y vulnerable. Metáfora de Ti, nos llega el campo, divino ya por Ti, tierra sagrada, tierra de Dios el surco y cuanto nace del surco donde Dios se manifiesta. Y por eso, Señor, porque sabemos que vienes hecho campo, que nos suenas como el alma del vino y de la harina, el pueblo se hace manos que rebuscan más campo para Ti, para entregarse. Y por eso se ofrecen los junciales en los jugosos sitios de ribera, para trenzarte luego por la calle la oración vegetal a la que aspiran. Y por eso el romero se ha venido desde el pinar donde tu Amor lo cuida, tan verde y oloroso y entregado, porque sabe que Amor es el motivo, porque sabe que Amor es quien lo huella, aunque no sienta el peso de tu paso. Así te quise siempre, así te busco y así te buscaré, Señor: desnudo; sin más perfil que el que te esculpe el trigo, sin más sangre, Señor, que algunas uvas. Así, Señor, metáfora del campo. Como el amor, la luz. Como Tú mismo.