Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. El grano de trigo será fecundo, si muere. Esta comparación hoy es válida para el discípulo y para el Maestro, “el que se ama a si mismo...”; “el que se aborrece a sí mismo...” el morir a sí mismo es el paso indispensable para la vida eterna. Un detalle nos llena de congoja: ese desahogo que revela la condición humana y dolorida de Jesús: “Ahora mi alma está agitada... Padre”. La situación psicológica y la expresión de Jesús durante su oración explican por similitud la dramática escena del Huerto de los Olivos: “Me muero de tristeza. Quedaos aquí y velad conmigo.” Pero solo permanece el olivo. “Padre, aparta de mí este cáliz”. Le repugna la muerte, porque es verdaderamente hombre y porque, como hombre mortal, al saberse condenado a muerte siente verdadero miedo, y, desecho en lágrimas, grita, llora, y suplica a su Padre: “A gritos y con lágrimas presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia, fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna[...]”
Pregón de Semana Santa 2007. Rvdo. Sr. D. Ignacio Sierra Quirós el 24 de Marzo del 2007.
Qué mirada...
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